Autor: Eva Valencia Molinero
Fecha de publicación: diciembre 9, 2021

La prostitución siempre ha sido un tema candente y polémico. Durante muchos años, incluso, apenas ha habido debate sobre ella, porque supone un tabú que todavía no se ha superado en muchos lugares del mundo. Sin embargo, allí donde es legal y también donde está perseguida, allí donde se puede hablar de ella y donde nombrarla trae castigo, la prostitución sigue desarrollándose. Como si se tratara de una especie de forma de vida que siempre encuentra el camino para prosperar, la prostitución se da en cualquier rincón del planeta, haya las condiciones que haya. Está claro que será mucho más fácil desarrollarla cuando estás en Ámsterdam o en Berlín, donde este trabajo está regularizado, que si eres una prostituta clandestina en Brasil. Sin embargo, la problemática con la prostitución se ha traslado a su regularización o abolición, siendo esta última opción una utopía prácticamente a todos los niveles.

Desde las autoridades, tanto nacionales como regionales, siempre se trata el tema con mucha delicadeza. La opción fácil y segura es seguir estigmatizando este negocio, aludir a que todas las prostitutas son esclavas y luchar de manera enérgica contra la trata sexual. Y es algo que hay que hacer, por supuesto, porque constituye un delito importante contra estas mujeres. Pero, ¿qué hay de las que deciden convertirse en prostitutas por sí mismas? ¿Acaso no hay chicas que también encuentran en esto una forma de ganar dinero, haciéndolo de forma libre? ¿No sería más apropiado ayudar a estas chicas, apoyarlas y ofrecerles diferentes vías de afrontar el problema? En lugar de todo esto, la mayoría de campañas se utilizan para atacar, tanto a los hombres como a las mujeres, que tienen que ver con la prostitución. No solo a aquellos que son  proxenetas y cometen delitos, a los que por supuesto hay que perseguir, sino a los que sencillamente acuden a disfrutar de los servicios de una escort independiente. Las campañas tratan supuestamente de visibilizar una realidad que existe, pero la generalizan tanto que se desvirtúa, y eso hace que sean menos eficientes.

La prostitución, repudiada y estigmatizada

Podríamos asegurar que la prostitución siempre ha sido un negocio repudiado, desde el principio de los tiempos, pero no es así en absoluto. En la Antigüedad, muchas mujeres y hombres se dedicaban a estos trabajos, de forma libre, y no eran mal vistos por la sociedad. Solo cuando la religión se hizo con el poder de la moral y la ética, el sexo comenzó a verse como algo sucio, y por tanto, estas mujeres eran simples mercaderes del pecado. Es una idea que entendemos que se diera hace siglos, en plena Edad Media, pero que hoy en día nos suena bastante rancia. Es simplemente fruto de la estigmatización que se le da al sexo como placer, algo que se ha extendido también a las propias prostitutas.

Son el último escalón de la sociedad, apartadas por esta a los suburbios, perseguidas por realizar su trabajo, pero sin condiciones para poder buscar otra alternativa. Muchas de las campañas que se realizan, de hecho, ponen en foco en las propias chicas, advirtiéndoles del mundo fatal que les espera si entran en este negocio. A la vez, se habla de que todas son, al final, esclavas de los puteros, de los clientes. Ellas ofrecen un servicio cualquiera, como el que puedo ofrecer un fontanero, o un diseñador gráfico. Solo que su servicio es sexual, y es ahí donde empiezan los problemas. El sexo es un tabú, algo que no debemos “compartir” con cualquiera. Esta visión es lo que sigue lastrando la prostitución, y lo que evita que el debate sobre ella sea realmente justo.

Campañas para concienciar a la sociedad

Para muchos, la prostitución es un gran problema que solo trae miseria, enfermedades y podredumbre moral. Lo más curioso es que hay países donde la oposición a la prostitución es total, pero luego, las trabajadoras sexuales clandestinas no tienen muchos problemas en encontrar clientes. Es esa hipocresía de la que tanto hacemos gala la que también se demuestra a la hora de hablar de este negocio. Se lanzan campañas para concienciar a la sociedad, pero no solo contra la trata o la esclavitud, que son delitos graves que hay que perseguir. También se apunta al propio cliente que solo quiere pasar un buen rato, con una chica que ha decidido, libremente, compartir su cuerpo con él a cambio de un pago. ¿Esto también hemos de penalizarlo? ¿Hay que hacer una distinción y entender por fin que no toda la prostitución es esclava y delictiva?

Se señala a los clientes y a las chicas

Las campañas que nacen en los ayuntamientos, en los gobiernos y ministerios, siempre suelen pecar de lo mismo: son muy alarmistas. Buscan exagerar una situación a posta para llegar a tocar la sensibilidad de quien está viendo ese anuncio o ese cartel. Si hablas de la prostitución, debes buscar los casos más escandalosos y hablar de niñas explotadas sexualmente. Y claro que nadie va a estar de acuerdo con eso, pero es que no toda la prostitución es así. Señalar a los clientes es otro error porque ellos no tienen constancia de que estén haciendo nada malo. Pagan por un servicio, a una chica que está de acuerdo en ofrecérselo, nada más. Y el punto más bajo es señalar también a las propias chicas, pasando de ser víctimas a ser cómplices, al instante.

¿Son realmente efectivas?

Pensémoslo por un momento. Las campañas que se llevan a cabo contra la prostitución suelen estigmatizar aun más este trabajo, presentarlo como algo más turbio, más problemático. Muestran una parte de la realidad, pero no la realidad completa, porque lo que buscan es terminar con ese “problema”. Y ya, de base, esto es muy complicado, si nos atenemos a los datos que se pueden obtener en los países donde la prostitución es totalmente ilegal. ¿Se ha acabado con estos servicios? ¿Se ha buscado una alternativa para esas mujeres que los ejercían? La respuesta es muy clara: no. Solo se ha cercado mucho más su situación, haciéndola insostenible.

Perseguir algo que es delito, como la esclavitud sexual, no solo es beneficioso sino también necesario. Pero convertir a cualquier chica que desee entregar su cuerpo por dinero en una esclava, en una víctima de agresiones o de trata, es una forma pueril y condescendiente de posicionarse. Estas campañas pocas veces tienen el beneplácito de alguna de las asociaciones de prostitutas que existen. Ellas, que solo buscan derechos y una dignidad arrebatada hace tantos siglos, se encuentran con carteles señalando su trabajo y apuntándoles con el dedo directamente. Y así es complicado que la situación pueda cambiar, porque estas campañas tampoco han servido, ni siquiera, para bajar el número de encuentros sexuales de pago.